Cerramos los ojos, imaginamos la espectacularidad de la escenografía del estrecho ya terminada, sin duda superará todos nuestras propuestas iniciales, todos los bocetos, cartografías y catálogos de azulejos.
Don Antonio, "El hijo pródigo", o quizás sería más acertado escribir, "El hijo prodigio" —por su maestría con el palustre y el ladrillo ahogado en cemento— a conseguido que el espíritu de Gaudí —uno de nuestros más ilustres fantasmas— se lamente de no haberlo tenido en la época en la que se construyó el Parque Güel. Nosotros tenemos esa suerte.
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